domingo, 1 de noviembre de 2009

Volumen II Capítulo I (1831) Páginas 1 a 16



Viajes de levantamiento del "Beagle 1831 - 1836

Explicación - Nativos de Tierra del Fuego, o fueguinos - Paso a través del ecuador (Atlántico) - Cartas - Viruela - Hospital - Boat Memory - Fueguinos en Londres - En Walthamstow - En St. James - Reactivación del "Beagle" - Correspondencia con el Sr. Wilson - Reembarco de los fueguinos

Como el siguiente relato del segundo viaje del "Beagle" a Sud América es una continuación de los Viajes de levantamiento del "Adventure" y del "Beagle", los cuales fueron narrados en el volumen precedente, podría ser aconsejable que este capítulo incluyera un esbozo de unos pocos acontecimientos que están íntimamente relacionados con el origen y planificación de la segunda expedición.
El comandante King ya mencionó que las dos naves bajo su mando zarparon de Río de Janeiro, en su viaje de regreso, a comienzos de agosto de 1830.
Durante el tiempo que pasó antes que llegásemos a Inglaterra, tuve tiempo para ver mucho a mis compañeros fueguinos; y cada día me fui interesando más en ellos a medida que lograba un mayor conocimiento de sus habilidades e inclinaciones naturales. Lejos, muy lejos verdaderamente, estaban tres de ellos de ser llamados salvajes - aún en este primer período de su residencia entre gente civilizada - porque el otro, llamado York Minster era sin duda un desagradable espécimen de naturaleza humana incivilizada.
Los actos de canibalismos cometidos ocasionalmente por sus compatriotas, me los explicaron en tales términos , y con tales señas, que no podría caber la posibilidad de haberlos mal interpretado; y todavía me dieron un relato más repugnante, aunque de manera menos explícita, respecto al horrible destino de las mujeres mayores de sus propias tribus, cuando había una inusual escasez de alimentos.
A esta historia entendida a medias no le dí entonces mucha atención, porque no podía creerla, pero como, desde esa vez, la familiarización con nuestro idioma ha permitido a los fueguinos contarla a otras personas, tanto como a mí mismo, de esta extraña y horrible atrocidad; y como el Sr. Low (a quién mencionaremos frecuentemente en las páginas siguientes) estaba convencido del hecho, por el testimonio concurrente de otros fueguinos que habían, en diferentes momentos, pasado meses a bordo de su nave, no dudé más en manifestar mi firme creencia en el rasgo más degradante de su carácter que será encontrado en estas páginas.
En los puertos que el "Beagle" visitó en su viaje desde Tierra del Fuego hasta Inglaterra, los animales, naves, y botes parecían captar el interés de nuestros cobrizos amigos mucho más que los seres humanos o las casas. Cuando alguna cosa les llamaba especialmente la atención, parecían, en ese momento, como estúpidos y distraídos, pero que en realidad no lo estaban lo demostraba la charla entusiasta entre ellos en la primera oportunidad posterior, y por los sensatos comentarios hechos por ellos mucho tiempo después, cuando creíamos que habían olvidado por completo acontecimientos poco importantes que ocurrieron durante los primeros meses de su permanencia entre nosotros.
Un buey grande, con cuernos inusualmente largos, les llamó la atención notablemente, pero en ningún momento demostraban su emoción, en cualquier grado, excepto cuando vieron un buque a vapor que entraba en el puerto de Falmouth. Qué monstruo extraordinario era eso, no lo podían imaginar. Si era un pez enorme, un animal terrestre, o el diablo (de quién tienen una idea en su país) no lo podían decidir, ni podían entender las frustradas explicaciones de nuestros marineros, que trataban de hacerles comprender su naturaleza; pero, de verdad, creo que nadie que haya estado parado, por primera vez, cerca de las lineas del tren, y viendo el rápido acercamiento de una máquina a vapor, con su cortejo de carros unidos, corriendo a lo largo, echando humo y resoplando, se sorprenderá del efecto que un gran buque a vapor, pasando a gran velocidad cerca del "Beagle", en una noche oscura, debe haberles causado a estos ignorantes, aunque bastante inteligentes bárbaros.
Antes de relatar los sucesos posteriores a nuestra llegada a Inglaterra, debo pedir permiso para hacer el primero de unos cuantos comentarios náuticos que encontrarán en este volumen, algunos de los cuales, espero, puedan ser útiles para los marinos jóvenes.
La travesía del Atlántico, desde Río de Janeiro a Falmouth, fue inusitadamente larga. Con el fin de navegar a la vista de las islas de Cabo Verde, con un propósito concreto, gobernamos hacia el este desde la costa de Brasil y cruzamos el ecuador lejos hacia el este. Este rumbo, inevitable en nuestro caso, nos llevó a esa zona del océano, entre los vientos alisios, que en agosto y septiembre es afectada por vientos del oeste - a veces extremadamente fuertes - y nos encontramos con un temporal muy grande , aunque tan cerca del ecuador. Después, ya cerca de nuestras costas, fuimos suficientemente desafortunados al ser retrasados por los que los hombres de mar llaman viento de corazón duro del este, por lo que no estuvimos atracados en un puerto británico hasta mediados de octubre.
Como contraste notable, un paquete de Falmouth, que zarpó de Río de Janeiro algún tiempo después de nuestra partida, gobernó hacia el norte, tan pronto como estuvo claro de la costa de Brasil, cruzó la linea bastante al oeste, y llegó a Inglaterra quince días antes que nosotros.
Mi humilde opinión, respecto al cruce de la linea del ecuador, es, que una nave en su viaje de ida debe cruzarla cerca de los veinticinco - y que uno en su viaje de regreso puede ir incluso más allá de los treinta grados de longitud oeste - pero no debe tratar de pasar al este de los veinticinco. Las naves que cruzan la linea entre los veinticinco y treinta grados oeste, son, creo, lejos menos sujetos de detención - tomando el año completo - que aquellos que adoptan rumbos hacia el este.
El cabo San Roque, las rocas San Pablo, Fernando Noronha y las Rocas, no deben tomarse muy a la ligera, por evitarlos, y la corriente de reflujo cercana a San Roque, muchas naves han encontrado las tediosas calmas, tiempo extremadamente caluroso, frecuentes lluvias torrenciales, y violentas ráfagas, que son más o menos frecuentes entre las longitudes veinte y diez grados oeste
Volviendo a los fueguinos. Durante nuestro viaje de regreso envié la siguiente carta a mi comandante en jefe y buen amigo, el comandante King.

"Señor, Beagle, en la mar, septiembre 12, 1830
"Tengo el honor de informar a usted que hay a bordo del velero de su Majestad, bajo mi mando, cuatro nativos de Tierra del Fuego.
"Sus nombres y edades estimadas son,
York Minster 26
Boat Memory 20
James Button 14
Fuegia Basket (una niña) 9
"Los he mantenido completamente a mis expensas, y me he hecho responsable de su comodidad mientras estén fuera, y de su regreso seguro a su propio país; y tengo ahora que solicitarle que, como oficial más antiguo de la expedición, considere la posibilidad de obtener algún beneficio público derivado de esta circunstancia; y con el decoro de ofrecerlos, en esa consideración, al gobierno de Su Majestad.
"Si usted piensa que es adecuado hacer la oferta, los mantendré listos para que sean trasladados de acuerdo a sus instrucciones.
"Ahora justificaré por qué tengo a estos fueguinos a bordo, y explicaré mis puntos de vista respecto al futuro de ellos.
"En febrero pasado, estando el "Beagle" fondeado en 'puerto Townshend', en la costa sur-oeste de Tierra del Fuego, envié al Sr. Matthew Murray (Oficial de navegación), con seis hombres, en una ballenera, al cabo Desolación, la parte saliente de una pequeña, pero alta y escarpada isla, separada del continente, y distante doce millas de puerto Townshend.
"El Sr. Murray llegó al lugar, y aseguró su grupo y su embarcación en una ensenada cercana al cabo, pero durante una noche muy oscura, algunos fueguinos, cuya vecindad no se había sospechado, se aproximaron con la hábil y peculiar astucia propia de estos salvajes y robaron el bote.
“Esto les privó del medio para regresar al "Beagle", e incapacitado de darnos a conocer su situación, el Sr. Murray y su gente construyeron una especie de canoa, o más bien canasto, con ramas de los árboles y parte de la lona de su carpa, y en este aparato tres hombres regresaron al "Beagle", por sus indicaciones, aunque, también favorecidos por el único buen día que ocurrió durante las tres semanas que pasó el "Beagle" en puerto Townshend, este canasto se demoró veinte horas en la travesía.
"Inmediatamente se le proporcionó ayuda al oficial de navegación y a los otros hombres, y comenzamos la persecución de nuestro bote perdido, la que duró muchos días, pero que no tuvo éxito en su objetivo, si bien muchas partes del aparejo del bote fueron encontradas, y las mujeres y niños de las familias de quienes estos fueron recuperados, fueron llevadas a bordo como rehenes. Los hombres, exceptuando a uno de ellos, escaparon de nosotros, o estaban ausentes en nuestra embarcación desaparecida.
"A fines de febrero, el "Beagle" fondeó en el seno Christmas, pero antes de ese momento todos nuestros prisioneros habían escapado, excepto tres niñas pequeñas, dos de las cuales devolvimos a su propia tribu, cerca del "seno Ballenero", y la otra está ahora a bordo.
De la primera canoa que vimos en seno Christmas, un hombre fue tomado como rehén para la recuperación de nuestro bote y para que se convirtiera en nuestro intérprete y guía. Él vino con nosotros con poca reticencia, y parecía indiferente.
"Pocos días después, huellas de nuestro bote fueron encontradas en algunas chozas en una isla en seno Christmas, y de las familias que habitaban esas chozas, tomé otro joven, con el mismo propósito mencionado anteriormente. Ninguna información útil respecto a nuestra perdida embarcación, sin embargo, obtuvimos de ellos, antes que fuéramos obligados a dejar esa costa, y ellos quedaron como presas de sus compañeros.
Después, estando en bahía Nassau, nuestros cautivos nos informaron que los nativos de esa parte de la costa, y todos los del este, eran sus enemigos, y que hablaban un idioma distinto. Esta información fue extremadamente decepcionante, y me hizo desear persuadir que uno de la tribu del este subiera a bordo y se quedara con nosotros; pero luego no tuve esperanzas de conseguirlo, por lo que renuncié a la idea; sin embargo, algún tiempo después, sin querer encontramos tres canoas, cuando estaba lejos en mi bote explorando en canal Beagle, convencí a sus ocupantes que uno del grupo, un muchacho robusto, pasara a mi bote, en cambio yo les dí cuentas, botones y otras naderías. Si ellos deseaban que se quedara con nosotros permanentemente, no lo sé; pero ellos parecieron satisfechos con el singular trato, y remaron de nuevo hacia la ensenada desde la cual se habían aproximado a mi embarcación. Proseguimos a lo largo de la costa, acompañados por otras canoas que habían estado tratando de trocar con nosotros cada vez que que nos deteníamos; pero al atardecer dejaron de seguirnos, y nosotros pudimos ir a tierra.
"Cuando íbamos a dejar la costa fueguina, decidí mantener a estos cuatro nativos a bordo, porque parecían estar muy alegres y contentos con su situación, y pensé que muchos buenos resultados podrían ser la consecuencia de vivir un corto período de tiempo en Inglaterra. Han vivido, y se han vestido como marineros, y están ahora, y han estado siempre, en excelente estado de salud y muy felices. Comprenden por qué fueron tomados, y miran hacia adelante con satisfacción poder ver nuestro país, así como también regresar al propio.
"Si el gobierno de Su Majestad no instruye lo contrario, conseguiré para estas personas la educación adecuada, y, después de dos o tres años, los enviaré o los llevaré de regreso a su país, con la mayor cantidad que pueda reunir de esos artículos más útiles para ellos, y más apropiados para mejorar las condiciones de sus compatriotas, que ahora son apenas superiores a las bestias de la creación.
"Soy
ROBERT FITZ-ROY
Comandante"
"Phillip Parker King, Esq.
Comandante del HMS "Adventure"
Oficial Superior de la Expedición"
Esta carta fue enviada al Almirantazgo por el comandante King, tan pronto como él llegó a Inglaterra; y pocos días después recibió la siguiente respuesta:

"Señor, Oficina del Almirantazgo, 19 de octubre 1830
"Habiendo puesto en consideración de los Lores Comisionados del Almirantazgo su carta y la adjunta del comandante Fitz-Roy, del "Beagle", relacionada con los cuatro indios que él ha traído desde Tierra del Fuego bajo las circunstancia en ella explicada; se me ha ordenado informarle que sus Señorías no interferirán con la supervisión personal del comandante Fitz-Roy, o sus buenas intenciones hacia estas cuatro personas, pero le proporcionarán algunas instalaciones para el mantenimiento y educación de ellos en Inglaterra, y les darán un pasaje para que regresen a su hogar nuevamente.
"Soy,
"(Firmado) JOHN BARROW
"Para el comandante King
H.M.S.V. "Adventure"

Yo estaba, por supuesto, preocupado de proteger a los fueguinos, tanto como fuera posible, del contagio de cualquiera de esas dolencias, a veces frecuentes, y que por desgracia tan a menudo resultan fatales para los nativos aborígenes de países distantes cuando son traídos a Europa, e, inmediatamente después de nuestra llegada a Inglaterra, ellos desembarcaron conmigo, después de anochecer, y fueron llevados a confortables y amplios alojamientos, donde, al día siguiente, fueron vacunados, por segunda vez.
Dos días después fueron llevados unas pocas millas al interior del país, a una tranquila finca, donde esperaba que ellos gozarían de más libertad y aire fresco, y, al mismo tiempo, tendrían menos riesgo de contagio que en una populosa ciudad costera, donde la curiosidad sería excitada.
Mientras tanto, el "Beagle" fue desmantelado y despejado; y el "Adventure" fue a Woolwich con un propósito similar, en preparación de saldar las cuentas. El 27 de octubre, el gallardete de mando del "Beagle" fue arriado; y el 15 de noviembre, el "Adventure" fue puesto fuera de servicio.

Ambas tripulaciones fueron dispersadas, como era habitual, desgraciadamente, y de aquellos que habíamos pasado tantas horas difíciles juntos, pocos probablemente nos volveríamos a reunir de nuevo. Mucho me pesó la separación de mis probados y estimados compañeros y de nuestra excelente pequeña embarcación.
Poco después, el comandante King y el teniente Skyring fueron ascendidos; una grata prueba de la buena opinión de sus esfuerzos y conducta, que los Lores Comisionados del Almirantazgo habían considerado.
A principios de noviembre recibí la triste noticia de que el joven, llamado Boat Memory, había enfermado, y que los síntomas de su dolencia eran como los de la viruela. El Dr. Armstrong, del Royal Hospital de Plymouth, cuyo consejo solicité, sugirió que él y los otros tres fueguinos fueran recibidos inmediatamente por el hospital, con el fin de prevenir una infección adicional, y garantizar el mejor tratamiento para el pobre enfermo. El Dr. Armstrong se dirigió al médico, Dr. Dickson (ahora Sir David Dickson), como también a Sir James Gordon, el superintendente, y con su consentimiento y permiso los fueguinos fueron enviados al hospital sin demora, y se hizo una solicitud al Almirantazgo, de la cual lo siguiente es una copia.

"Señor, Devonport, 7 de noviembre 1830
"Tengo el honor de dirigirme a usted para solicitarle que los cuatro fueguinos, a quienes traje a Inglaterra en el "Beagle", puedan ser recibidos en el Royal Naval Hospital.
"Los Lores Comisionados del Almirantazgo han declarado en una carta al comandante King, de fecha 19 de octubre 1830 que "sus Señorías no interferirán con la supervisión personal del comandante Fitz-Roy, o sus buenas intenciones hacia estas cuatro personas, pero le proporcionarán algunas instalaciones para el mantenimiento y educación de ellos en Inglaterra, y les darán un pasaje para que regresen a su hogar nuevamente``.
"Como consecuencia de esta promesa, ahora ruego a sus Señorías que presten su atención a la circunstancia de que ha estallado un brote en uno de los fueguinos, dado que fue vacunado, que se supone, por los oficiales médicos del hospital, es de viruela.
"Como los otros tres individuos han estado siempre en compañía de él, es de temer que también estén afectados; y como la vacunación no ha producido aún los efectos adecuados, es la opinión de los oficiales médicos que sería más seguro recibirlos en el hospital, hasta que el presente período crítico haya pasado, lo que les permitiría permanecer bajo cuidado médico.
Tengo además que solicitar, que mi último timonel, James Bennett, pueda ser autorizado para acompañarlos, y que permanezca con los fueguinos, con el propósito de ayudarlos, en caso que sus Señorías les permitan ser hospitalizados; y espero, señor, que la peculiar naturaleza del caso pueda ser considerada como justificación de esta solicitud.
"Yo soy,
ROBERT FITZ-ROY, Comandante"

"El Secretario
del Almirantazgo
"Señor, Oficina del Almirantazgo, 10 de noviembre 1830
"Los Lores Comisionados del Almirantazgo me han ordenado informarle, en repuesta a su carta de fecha de este día, que han sido dadas las instrucciones para la admisión de los cuatro fueguinos en ella aludidos, al Naval Hospital de Plymouth, y que se permitirá que James Bennett los asista, de acuerdo con su solicitud.
"Yo soy, Señor,
"Comandante Fitz-Roy. (Firmado) "JOHN BARROW".

El Almirantazgo así aprobó la admisión de los fueguinos en uno de los mejores hospitales, y aseguró que no podrían estar bajo un tratamiento mejor que el de los bien conocidos caballeros que ya he mencionado. Me sentí menos preocupado por dejarlos por un tiempo, como me vi obligado a hacerlo, para acudir a mis obligaciones relacionadas con el levantamiento; pero apenas había llegado a Londres, una carta del Dr. Dickson me informó el prematuro destino de Boat Memory. Había sido vacunado en cuatro ocasiones diferentes; pero las tres primeras operaciones habían fracasado, y la última recién se le había efectuado, cuando la enfermedad se manifestó. Se pensó que el contagio mortal lo debió haber atacado anteriormente.
Este pobre hombre era muy querido por todos los que lo conocieron, así como por mí mismo. Tenía buena disposición, muy buenas aptitudes y aunque nació salvaje, tenía una agradable e inteligente apariencia. Era casi una excepción del carácter general de los fueguinos, tenía buenos rasgos y un cuerpo bien proporcionado. Es fácil suponer que este fue un duro golpe para mí, porque yo estaba profundamente consciente de la responsabilidad en que había incurrido; y, aunque sin querer, no podía sino que pensar cuanto estaba implicado en la reducción de su existencia. Ninguno de los otros fue atacado, la última vacunación les había hecho pleno efecto, pero se les permitió permanecer en el hospital por un tiempo más prolongado, hasta que pudiera hacer preparativos satisfactorios para ellos. Mientras estaban bajo el cuidado del Dr. Dickson, en el hospital, su propio niño tuvo sarampión; y pensando que era una buena oportunidad para que la pequeña niña fueguina se contagiara de esta enfermedad, la preparó, y luego la llevó a su casa, entre su propio hijo, donde tuvo un contagio muy favorable, y se recuperó completamente.
Por supuesto, yo estaba preocupado de que no se perdiera tiempo en organizar un plan para su educación y mantenimiento, y estimando que la Sociedad de la Iglesia Misionera estaba un tanto interesada sobre el proyecto que yo tenía en vista, me acerqué a su secretaría, y a través de su amabilidad, llegué a familiarizarme con el reverendo Joseph Wigram; de quién estoy grandemente comprometido por el amistoso interés que demostró en ese momento con respecto a los fueguinos, y por presentarlos a ellos y a mí mismo ante el reverendo William Wilson, de Walthamstow. El Sr. Wilson de inmediato alivió de mi mente la carga de incertidumbre y preocupación que tenía, diciendo que ellos deberían ser recibidos en su parroquia, y que él hablaría con el director de la Escuela Infantil que los alojaría en su casa, como internos y alumnos. En poco tiempo, se acordó que el director de la escuela los recibiría, y se haría cargo por completo de ellos, mientras permanecieran en Inglaterra, y que yo pagaría por la manutención y alojamiento, por su propia molestia, y por todos los gastos imprevistos.
El Sr. Wilson sugirió que mantendría un ojo vigilante sobre ellos, y daría su consejo de vez en cuando a su tutor e instructor. El Sr. Wigram también vivía en Walthamstow, por lo que tendría frecuentes oportunidades de ofrecer una útil advertencia, en caso que numerosos reclamos llamaran la atención del Sr. Wilson que en cualquier momento le podrían significar peocupaciones adicionales por los fueguinos debido a una injusta o desagradable molestis - Yo verdaderamente pensaba que no se podía haber ideado un mejor plan que ofreciera mejores perspectivas, y de inmediato hice los preparativos para trasladarlos a Londres.
Dentro de una diligencia arrendada, y bajo la dirección del Sr. Murray (el último oficial de navegación del "Beagle"), ayudado por James Bennett, llegaron a Picadilly, y fueron inmediatamente llevados a Walthamstow, sin llamar la atención. El Sr. Murray me contó que parecieron disfrutar el viaje en coche, y que les llamó mucho la atención los repetidos cambios de caballos.
Yo mismo los llevé desde la oficina de la diligencia hasta Walthamstow, se alegraron de verme, pero parecían desconcertados por la multitud de nuevas cosas. Cuando pasábamos Charing Cross, hubo un sobresalto y una exclamación de asombro por parte de York. "¡Miren!" dijo, fijando sus ojos en el león que está sobre Northumberland House, que sin duda él pensaba que estaba vivo, y que caminaba por allí. Nunca le había visto mostrar tan repentina emoción en cualquier otro momento. Estuvieron muy contentos con las habitaciones preparadas para ellos en Walthamstow; y el director y su esposa estuvieron igualmente satisfechos al encontrar que los futuros huéspedes de su casa tenían buena disposición, eran tranquilos y gente limpia, en lugar de feroces y sucios salvajes.
En Walthamstow permanecieron desde diciembre de 1830 hasta octubre de 1831, y durante todo ese tiempo fueron tratados con suma amabilidad por los benevolentes hombres cuyos nombres he mencionado, por sus familias, y por muchos otros de la vecindad, así como por visitantes ocasionales, que llegaron a estar muy interesados por su bienestar, y que de vez en cuando les dieron varios regalos valiosos.
La atención de su profesor se centró en enseñarles inglés, y las verdades evidentes del cristianismo, como primer objetivo y el uso de herramientas comunes, con un ligero conocimiento de agricultura, jardinería y macánica, como el segundo. Se avanzó considerablemente con el niño y la niña, pero el hombre era difícil de enseñar, excepto mecánicamente. Se interesó en los trabajos de herrería o carpintería y prestaba atención a lo que veía y oía acerca de los animales, pero a regañadientes asistía a los trabajos de jardín y tenía una gran aversión a aprender a leer. Poco a poco se recogieron muchas palabras de sus propios idiomas (la del niño era distinto a la del hombre y la niña), y alguna información interesante fue adquirida, respecto a sus hábitos e ideas nativas. No ocasionaron ningún problema, fueron muy sanos, y los dos más jóvenes se convertían en grandes favoritos donde quiera que fueran conocidos. A veces los llevé conmigo a ver a un amigo o a un pariente mío, quienes estaban ansiosos por interrogarlos, y contribuir con algo en el creciente stock de artículos utilizables que yo estaba reuniendo para su uso, cuando ellos volvieran a Tierra del Fuego. Mi hermana era una benefactora frecuente; y ellos muchas veces hablaban, tanto antes como después, de ir a ver a la "Cappen Sisser".
Durante el verano de 1831, su Majestad le manifestó al coronel Wood el deseo de ver a los fueguinos, y ellos fueron llevados a St. James. Su Majestad preguntó mucho sobre su país, así como de ellos mismos, y espero que se me permita señalar que, durante un espacio igual de tiempo, nadie nunca me hizo preguntas tan sensatas y minuciosamente pertinentes respecto a los fueguinos y su país como también sobre el levantamiento en el cual yo había estado ocupado, como lo hizo su Majestad. Su Majestad la reina Adelaide también honró a los fueguinos con su presencia y con actos de genuina bondad los cuales ellos pudieron apreciar y que nunca olvidarían. Ella salió de la habitación, en la cual ellos estaban, por un minuto, y regresó con uno de sus propios sombreros, que colocó sobre la cabeza de la niña. Su Majestad luego puso uno de sus anillos en el dedo de la niña, y le dio una suma de dinero para que comprara un conjunto de ropa cuando ella debiera dejar Inglaterra para regresar a su país.
Ahora debo volver a asuntos más inmediatos que están relacionados con el segundo viaje del "Beagle".
Las tareas oficiales propias, relacionadas con el levantamiento, estuvieron terminadas en marzo de 1831, cuando mi último comandante, el comandante King, dirigió una carta a los Lores Comisionados del Almirantazgo expresando su aprobación de la parte que yo había hecho, bajo su dirección, y recomendándome ante los Lores. (Apéndice).
A partir de varias conversaciones que tuve con el comandante King, durante el primer período de mi servicio bajo sus órdenes, me habían llevado a suponer que el levantamiento de las costas meridionales de Sur América continuaría, y que a algún buque, se le ordenaría este servicio, había buscado una oportunidad de devolver a los fueguinos a su tierra natal.
Encontrando, sin embargo, muy a mi pesar, que había ocurrido un cambio completo en las opiniones de los Lores del Almirantazgo, y que no había la intención de continuar el levantamiento, naturalmente me preocupé por los fueguinos, y, en junio, como no había esperanzas que un buque de guerra fuera enviado a Tierra del Fuego, y sintiéndome muy ligado a estos nativos como para confiarlos en otro tipo de buque, a menos que fueran conmigo mismo - por el riesgo de que podrían ser desembarcados en cualquier lugar, excepto en los territorios de sus propias tribus - Hice un acuerdo con el propietario de un pequeño buque mercante, el "John of London", para que me llevara a mí y cinco otras personas a esos lugares de Sur América que yo quería visitar, y eventualmente desembarcarme en Valparaíso.
Se hicieron todos mis preparativos, y James Benntt, que me iba acompañar, ya había comprado unas cuantas cabras, con las cuales yo pretendía poblar alguna de las islas de Tierra del Fuego - cuando un amble tío, al que mencioné mi plan, fue al Almirantazgo, y poco después me dijo que sería nombrado comandante del "Chanticleer", para ir a Tierra del Fuego.
Mi acuerdo con el dueño del "John" estaba, sin embargo, plenamente vigente, y yo no podía alterarlo sin pagar una gran proporción de la suma total acordada para el viaje.
El "Chanticleer" no fue encontrado, después de ser examinado, apto para el servicio; y, en su lugar, fui nuevamente designado a mi bien probada pequeña nave, el "Beagle". Mi comisión tenía fecha 27 de junio, y el mismo día dos de mis más estimados amigos, los tenientes Wickham y Sulivan, también fueron nombrados.
Mientras el "Beagle" estaba siendo alistado en Devonport, recibí la siguiente carta del Sr. Wilson.

"Señor, Walthamstow, 5 de agosto 1831
"Estoy informado que los fueguinos que han estado últimamente residiendo en este lugar pronto regresarán a su país de origen bajo su cuidado. Me permite preguntarle si, dos individuos podrían voluntariamente acompañarlos y permanecer con ellos, con el propósito de intentar enseñarles aquellas artes útiles como pueden considerarse para sus gradual civilización, ¿les daría pasaje en el "Beagle? y si a su llegada a la costa de Tierra del Fuego ¿usted podría darles algún tipo de asistencia para que establecieran una amistosa relación con, y se establecieran entre los nativos de esa país? ¿estas personas deberían pagar su pasaje y mantenimiento a bordo? o ¿podría el gobierno de su Majestad permitir que ellos fueran mantenidos a bordo a expensas del erario público? ¿Cree usted que podría visitarlos, después de su primer asentamiento, suponiendo que ese objetivo tan deseado se hubiese logrado , con el fin de darles un poco de ánimo, y quizás de ayuda, o quitarlos si ellos encuentran impracticable continuar su residencia entre los nativos?
Una suscripción se ha levantado por caballeros que están extremadamente deseosos que esta oportunidad de extender los beneficios de la civilización no se pierdan; y, en consecuencia de sus deseos unidos, ahora tomo la libertad de hacerle estas preguntas..
"Yo soy,
(Firmado) "WILLIAM WILSON"
"Al comandante Fitz-Roy, R.N.

Después de leer esta comunicación, le escribí a la Secretaría del Almirantazgo, adjuntándole una copia de la carta del Sr. Wilson. La respuesta es la que se adjunta

"Señor, Oficina del Almirantazgo, 10 de agosto 1831
"Habiendo presentado a mis Lores Comisionados del Almirantazgo su carta del día de ayer, con la carta que la acompañaba, del reverendo William Wilson, respecto a los nativos de Tierra del Fuego que fueron traídos a Inglaterra en el buque de su Majestad "Beagle"; Se me ordenó informarle que sus señorías darán las órdenes necesarias para que el pasaje de esos individuos, y el de las dos personas que los acompañen; y que su solicitud de que se le permita visitar a esas personas, después de su llegada, serán tomadas en consideración cuando se preparen sus instrucciones.
"Yo soy,
(Firmado) "JOHN BARROW"
"Al comandante Fitz-Roy
"H.M.S. "Beagle"

En consecuencia de esta respuesta, se buscó a dos personas que deberían acompañar a los fueguinos, y tratarían pasar un tiempo en sus país; pero no fue fácil encontrar individuos suficientemente calificados, y en los cuales podría colocarse la confianza, que voluntariamente se comprometieran con tal iniciativa. Un joven fue seleccionado por el Sr. Wilson, pero un compañero para él, no se pudo encontrar a tiempo para que se embarcara a bordo del "Beagle".
En octubre, el grupo de Walthamstow llegó, en un buque a vapor, a Plymouth, y no pocos botes fueron necesarios para transportar a nuestro buque el gran cargamento de ropas, herramientas, vajilla, libros, y diversas cosas que las familias de Walthamstow y otros personas de buen corazón habían dado. En la pequeña bodega del "Beagle", no fue fácil encontrar lugares para la estiba de tantas cosas extras, y cuando se dividió el contenido de los grandes baúles, para empacarlos de forma diferenciada, algunos chistes muy buenos fueron celebrados por los marineros, a expensas de aquellos que habían regalado juegos completos de vajilla sin posibilitar que alguna selección por artículos pudiera hacerse.
Se le dieron instrucciones, por la Secretaría de la Sociedad de la Iglesia Misionera, al joven que quiso acompañar a los fueguinos, las cuales encontrarán en el Apéndice; y si bien era bastante joven, y con menos experiencia de la que se hubiese deseado, su carácter y conducta habían sido tales como para darnos muy claros motivos para anticiparnos que él pondría, al menos, todo su mejor esfuerzo en hacer lo posible en una situación tan difícil y dura para la cual se había ofrecido voluntariamente.









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